Los hondureños viven hoy una de sus
tradiciones culinarias más emblemáticas: el Día Nacional de
la Baleada, una festividad instaurada para honrar este plato
insignia de la gastronomía catracha. Desde 2018, cada tercer sábado de junio se
ha institucionalizado como jornada nacional de este platillo, permitiendo que
hogares, comedores y puestos ambulantes rindan homenaje a su sabor y tradición.
La
baleada, originaria de la costa norte del país —especialmente en zonas como
Tela, La Ceiba y San Pedro Sula— es una tortilla de harina doblada,
generosamente untada con frijoles, mantequilla blanca o queso rallado, y a
veces enriquecida con huevos revueltos, carne, aguacate o plátano frito.
La
tradición gastronómica catracha se viste de fiesta desde temprano: vendedores
instalan sus puestos, familias preparan versiones sencillas o “con todo”, y los
amantes del desayuno típico acuden en busca de su baleada favorita.
Esta
celebración no solo alimenta el estómago, sino también la identidad cultural
hondureña, reforzando el sentido de comunidad y patriotismo. Hoy, cuando se
saborea cada bocado, se celebra más que una comida: se festeja la creatividad
de generaciones que hicieron de un sencillo platillo callejero un símbolo
nacional.