Con gol al último minuto de Bellingham, los de Ancelotti vencen a los
Citizens y dejan casi sentenciada la serie.
Pudo ser una sinfonía incompleta, pero Bellingham la terminó en el
descuento. El Madrid levantó por las solapas a un equipo de Guardiola como no
se había visto antes, diga lo que diga el marcador final, aunque sea este el
que decidirá quién sale vivo de este dramático playoff.
Probablemente porque la Champions le devolvió el sentido de la
responsabilidad, quizá porque también se puede defender bien llenando la cesta
de galácticos, el equipo de Ancelotti coleccionó oportunidades para pasar una
vuelta tranquila.
Le faltó puntería y le sobró Ederson. Rodrygo y Vinicius no encontraron
freno, Mbappé dio la noche a los centrales del City, el mejor Bellingham
reapareció tras el descanso, Asencio llegó novato y vuelve veterano, Valverde vale
para cualquier cosa. Incluso la victoria mínima en el descuento, después de
veinte disparos, pareció poca cosa.
El inicio del equipo blanco fue espectacular. Ederson le hizo un penalti
a Vinicius, que fue invalidado por un fuera de juego de una uña previo; el meta
brasileño le quitó un gol a Mbappé en un mano a mano; y entre Vinicius y Mendy
dejaron escapar otro por indecisión. El francés acabó estrellando su disparo en
Aké, con Ederson ya fuera de pista.
Guardiola, como Ancelotti, volvió a la medicina tradicional: cuatro
centrales en defensa, con un quinto, Stones, por delante, como pivote en lugar
de Kovacic, cuya vocación es la de interior; con Gvardiol, lateral izquierdo,
como segundo mediocentro cuando dominaba el equipo; con De Bruyne de
mediapunta, pese a su estado de forma, a costa de dejar en el banquillo a Foden
(esa sí fue una sorpresa), con dos extremos puros y sin ninguno de los fichajes
que han llegado en enero, a precio de Rolex, para arropar.
Todos, salvo Savinho, ya estaban en la plantilla que el año pasado se
despidió de la competición en cuartos, y eso que jugadores como Ederson, Rúben
Días, Aké o Stones acababan de salir de lesiones. Un equipo para protegerse por
dentro y herir por fuera, y tan elástico como le gusta a Guardiola.
La segunda mitad trajo pronto dos noticias. La lesión de Akanji, que
dejó a Vinicius un marcador más amable, Lewis, y un zurdazo al larguero de
Haaland tras tocar en Camavinga.
La velocidad era la frontera del partido. Sin ella, disfrutaba el City.
Con ella, el Madrid amenazaba con llevárselo por delante. Especialmente en la
izquierda, donde Vinicius estaba fuera del alcance de Lewis. Un centro del
brasileño tras dejar atrás a su marcador, lo cabeceó fuera Bellingham. Y por el
otro lado, Rodrygo le puso un balón dulce a Mbappé, cuyo remate lo rechazó
Ederson.
El City sufría extraordinariamente ante un adversario muy superior, pese
a sus intentos de bajarle las pulsaciones al partido. Ahora mismo, no está para
otra cosa. La clasificación de la Premier no engaña.
Y el Madrid, que había lamentado su infortunio con razón, acabó
empatando en un remate insólito de Mbappé. Ceballos le picó fantásticamente una
pelota que le dejó ante Ederson y el francés le aplicó una volea de espinilla
tan defectuosa que dejó petrificado al meta, viendo como llovía el balón por el
palo contrario del que defendía. Valverde y Bellingham, subidos a esa ola,
tuvieron el segundo gol.
Todo parecía encarrilado hasta que Ceballos le hizo un penalti
inconsciente a Foden que transformó Haaland. La respuesta del Madrid fue
inmediata, con un gol de Brahim, tras mal rechace de Ederson. Pidió perdón el
malagueño por su pasado ‘citizen’. Su equipo, no. Iba a la yugular.
Y en el descuento, Vinicius robó el enésimo balón y le regaló el tercer
tanto a Bellingham para confirmar el baño del campeón a un
City irreconocible.