En 1969, lo que comenzó como una
serie de intensos partidos de clasificación rumbo al Mundial entre El Salvador
y Honduras terminó desatando uno de los episodios más insólitos de la
historia: la llamada “Guerra del Fútbol”. Aunque los encuentros deportivos encendieron los ánimos de ambas naciones, la
realidad era mucho más compleja.
Durante años,
tensiones políticas, problemas económicos, crisis migratorias y disputas
fronterizas habían ido acumulando presión entre los dos países. Los partidos de
fútbol —jugados con enorme pasión y rivalidad— se convirtieron en el detonante
final de un conflicto armado que duró cerca de 100 horas, dejando cientos de
muertos y heridas diplomáticas que tardarían años en sanar.
Aunque el
balón fue el pretexto visible, las verdaderas causas de la guerra estaban
profundamente arraigadas en problemas sociales y territoriales no resueltos.
Hoy, este episodio sigue siendo un recordatorio de cómo la pasión por el
deporte puede mezclarse peligrosamente con conflictos políticos latentes.