La mañana del 18 de octubre, las
calles de Estados Unidos amanecieron teñidas de amarillo. Desde el Capitolio en
Washington hasta pequeñas plazas en el medio oeste, el color de unidad se multiplicó
como un latido colectivo. Más de 2,600 marchas simultáneas con un solo
mensaje: No Kings. No reyes. No
tiranos. Solo ciudadanos defendiendo la promesa fundacional de su país.
La jornada, considerada la mayor
movilización de protesta en la historia reciente del país, fue mucho más que
una respuesta política. Fue una declaración pública contra lo que los
manifestantes describen como un giro autoritario en la Casa Blanca.
Las razones que llevaron a millones a
las calles fueron tan diversas como los rostros que marchaban. Algunos
protestaban contra las redadas migratorias lideradas por agentes enmascarados
de ICE; otros denunciaban los recortes a la educación pública y la eliminación
de protecciones ambientales, entre otros.
El 18 de octubre no fue un final,
sino un punto de partida. Las protestas de No Kings, dejaron claro que, en un
país fundado en la oposición a la monarquía, el autoritarismo no pasará
sin resistencia. “El coraje es contagioso”, repitieron los organizadores,
convencidos de que la energía que llenó las calles debe ahora canalizarse en
participación política.



